miércoles, 23 de marzo de 2016

Carta de Amor ... A mi amado ausente

Señor mío. El culpable de mi insomnio...

El abrazo de mi sabana nunca es suficiente para emular el calor de tu pecho o la suavidad de tus brazos en estas noches donde aprovechando tu lejanía la luna viene a hablarme.

Mi luna, mi fiel compañera. Es la única que me sostiene cuando tu ausencia se hace presente.

Está noche te escribió desde nuestra cama. Ahora la veo y casi no la reconozco, hace apenas unas horas era nuestro edén. El lugar donde, cual Eva reencarnada, me entregué a ti mí hermoso Adán, feliz por ser tu amante sumisa y tu feroz amazona. Nuestra cama, lugar donde mi dolor es disfrutado como el más delicioso coctel de pasión, ahora esta convertida en una cámara de tortura inquisidora que maximiza tu ausencia convirtiéndola en este espectro frío y gris que se aloja en mi pecho afligido por tu partida.

Nuestro buen colchón, la suave almohada, nuestras níveas sabanas, esta noche los detesto.

Y es que desesperadamente busco esa parte de ti en ellos y no te encuentro.

Antes de partir me dijiste que si llegará a extrañarte buscara refugió en nuestra cama ya que al vivir en ella tantas horas de amor y entrega, en ella permanecería buena parte de nuestra energía, nuestra fuerza, nuestros olores hechos uno, energía que se serviría de refugio cuando tu ausencia se hiciera presente.

Usando a la luna de testigo,  declaró: aquí estoy, acostada, cubierta de píes a cabeza con nuestras sabanas y no te encuentro.

No es la energía de la cama la que me complace y me conforta para dormir, eres tú mi amado hombre.

Nuestro colchón siempre cómodo y resistente ante nuestros bruscos cambios de posición hoy es un páramo lleno de accidentes topográficos con algunas frías depresiones, ásperos valles y cerros demasiados rígidos para acomodarse sobre ellos.
Prefiero tus piernas tibias, firmes y velludas con esos pies fríos que al primer rocé me hacen estremecer, siempre me roban una sonrisa, así es como haces tuya mi última sonrisa del día. Me complace calentar tus píes porque aún dormida me siento útil y agradecida por tenerte, mi amado Señor.

Nuestras grandes almohadas normalmente suaves y esponjosas con un delicado aroma, siempre prestas para disminuir algún grito lujurioso, hoy son como sacos de verduras, no importa cuantos golpes le dé, no se termina de ablandar.
Prefiero abrazar tu fuerte y siempre cálida espalda, oler ese lugar mágico entre tú cuello y espalda que es sólo mío. Ese lugar donde mi nariz se calienta con tu espalda y tu olor a hombre es mi antesala al sueño.

Nuestras sabanas de algodón,con su suave rocé que tanto nos complace, siempre dispuesta a secar el sudor de nuestros cuerpos agitados, hoy es una pesada lona que a veces calienta demasiado y otras veces me enfría toda la piel.
Prefiero tus brazos robustos y velludos. En ellos tengo mi verdadero refugio. Solo ellos saben en que posición ponerme cuando estoy más deseosa, cuánta fuerza aplicar para abrazarse en el orgasmo, son esos brazos los que se prestan para acariciarlos cuando no puedo dormir.

¿Te das cuenta de lo que está pasando mi amor?

¡Es un motín!

Nuestra cama traicionera se transforma ante tú ausencia.

¿Dónde buscaré refugió ahora qué no estas?

Temo la llegada de la mañana.

¿Qué haré cuando mi piel caliente despierte al sentir el frío del alba?
Ese momento cuando mi cuerpo solicite tu presencia.
Mis pezones despertaran reclamando tú respuesta matutina. Sentiré la ausencia de tus fuertes y calientes manos en la búsqueda de mis muslos.

¿Qué será de mí en la mañana cuando mi cuerpo despierte y el deseo te solicite?
Sufriré el más terrible dolor al no sentir tu amor en mi regazo.
No serás mi dulce amante, serás mi apasionado tormento.

Es tu viaje, es tu distancia la que me obliga a escuchar el silencio en este cuarto de tortura.
Aquí solo escucho a una mujer hablando, es una mujer deseosa de volver a sentirse mujer en los brazos de su hombre y mayor pasión.

No te alejes por mucho tiempo amor mío.

No solo es el orgasmo que me regalas para iniciar cada día.
No es por los besos que me das al despedirte, con los que me haces fantasear cuando me presionas la cintura.
No es esa primera mirada llena de deseo que me das al vernos después de un largo día de agotador trabajo.
No es el coquetear, jugar y reír mientras hacemos la cena.
No es el bañarnos juntos y masajearte la espalda cansada, no es nada de eso.
Eres tú.
Es tú compañía, tú grandeza, tú fortaleza, tú valentía, tú olor, tú presencia, tu espíritu de Gran hombre.
Eres tu lo que quiero junto a mi, lo que extraño.
Vuelve pronto mi más grande amor.

Tu Lilith